viernes, 22 de septiembre de 2017

Plegaria: Valor de nuestras obras en Cristo

Plenamente hombre de la reforma, san Juan de Ávila está imbuido del tratado de justificación y gracia del Concilio de Trento, con tono profundamente optimista ante el pesimismo antropológico luterano.

Nuestras obras en Cristo son valiosas y Dios las tiene en cuenta, porque es su Hijo el que obra en nosotros y es su Hijo quien las presenta ante Él.


A nosotros nos toca, luchando siempre contra el pecado, unirnos más a Cristo y dejar que obre en nosotros y nos mueva al bien, a la bondad, a la Verdad y a la Belleza. Unidos a Él, y Él por nosotros, damos fruto abundante que Dios mira con agrado. Esa es la parte humana imprescindible de nuestra justificación, que no es pasividad absoluta, sino actividad conjunta con el Señor y su gracia.

Oremos con san Juan de Ávila en esta preciosa meditación teológica, suplicando que Cristo presente lo nuestro ante el Padre y que sea Él siempre quien obre por medio nuestro y en nosotros.



            "Cristo es Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec, que ofreció pan y vino.

            Y aunque Él en su propia persona no consagró ni ofreció su santísimo cuerpo más que una vez, sin embargo lo hace cada día hasta el fin del mundo por medio de sus sacerdotes. Y lo que hace por medio de ellos cerca de su santísimo cuerpo, hace también ofreciendo y santificando a los miembros vivos que son su místico amparo.

            Abel, en figura de este Señor, ofreció a Dios corderos de los mejores de su manada (cf. Gn 4,4). Y el verdadero Abel, que es Jesucristo, ofrece a su Padre los buenos cristianos y sus buenas obras, juntando sus merecimientos, que son sus santas obras, con las obras de ellos, y así las levanta delante del acatamiento del Padre, ofreciéndoselas y pidiendo les sean galardonadas.

            ¡Oh benditísimo Jesús!

            ¿Cómo dejará de agradar a los ojos de tu bendito Padre el ayuno, limosna y buena obra que tú con tus santísimas manos le ofreces, y no como ajena, sino como tuya?

            ¿Quién fuese digno de hallarse presente en tal ofrenda, donde el sacerdote que ofrece es Jesucristo, y a quien ofrece es el Padre, y lo que ofrece es una buena obra que un buen cristiano hizo, y lo que dice es: “Que te sea, Padre, agradable esta obra mía, y galardonada como mía, y el galardón es para mí”?

            ¡Oh entrañas de amor, que llegaron hasta juntarnos tanto contigo, que tú obras en nosotros, y das tu valor a nuestras obras, y en el tribunal de Dios sean estimadas y recibidas como tales, y que seamos uno nosotros y tú, que así como los males que nos hacen dices tú que son hechos a ti, así el galardón que pides para nosotros en pago de las buenas obras, dices que es para ti!

            “Págame, Señor, a mí esta buena obra que yo hice”. Es tu modo de interceder por nosotros tan valeroso delante del tribunal de Dios que por vía de justicia no se te puede negar lo que pides. Cuánta verdad dijo David: En la piedra me ensalzó y ensalzó mi cabeza sobre mis enemigos (Sal 26,6)[1].




[1] S. Juan de Ávila, Serm. 40, 21-22.

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