miércoles, 16 de marzo de 2016

Cáritas y Triduo pascual




Cáritas, es decir, la virtud de la caridad junto con el ejercicio de Cáritas como asociación y parte de la parroquia, reciben una luz y una impronta fundamental, decisiva, determinante, con el Triduo pascual: desde la Misa en la Cena del Señor, el Jueves Santo, pasando por la Acción litúrgica del Viernes Santo para llegar a su máxima solemnidad en importancia y participación: la Vigilia pascual en la noche de Pascua.




            Y esto desde dos perspectivas: teológica y litúrgica.

La teología del Triduo pascual nos señala claramente que es el amor del Padre y el amor del Corazón de Cristo el que le lleva a la cruz y la resurrección por nosotros y nos deja como prenda y memorial la Eucaristía. Todo el Triduo pascual es un ejercicio del amor de Cristo, amándonos, dejándonos amar por Él, aprendiendo a amar así: primero amando a Cristo, luego amando a nuestros hermanos.

“Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”.
“Tomad, bebed, éste es el cáliz de mi sangre...”

La Eucaristía se vuelve signo de amor, delicadeza de caridad, pues el Señor constantemente se da, sin condiciones, con amor y amor esponsal a su Esposa, la Iglesia. La Eucaristía, que actualiza todo el Misterio Pascual, nos educa en la Cáritas.

 La fuente verdadera de la caridad es la Eucaristía. Recibir y vivir el amor de Cristo, hecho sacramento, colma el corazón e imprime un dinamismo de éxtasis, es decir, de salida de uno mismo para ir al encuentro del prójimo y amarlo y servirlo.

 De la Eucaristía nace el amor. El amor de Cristo entregado en el sacrificio de la cruz -actualizado en la Santa Misa- pide la respuesta de amor, y este amor -caridad, en lenguaje cristiano- toma forma en las obras de amor, de misericordia, de entrega, de servicialidad, al prójimo, al hermano. Comienza así la caridad eucarística a transformar el mundo no desde los grandes discursos, ampulosos, sobre las estructuras de pecado y la injusticia del sistema, sino desde mi propia entrega que acreciente un poco más el bien y el amor en el mundo.

Quienes, además por vocación especial, se dedican a la caridad, sólo podrán realizar su difícil vocación o carisma apoyados en una sólida vida eucarística. Trabajar en Cáritas, ser miembro de algún voluntariado católico o vivir como religioso en algún Instituto dedicado a la caridad, exige una solidez eucarística, que da madurez personal y entrega sin límites, y que jamás se puede sustituir por el voluntarismo, o la opción errada de secularizar la caridad, sin referencia a Jesucristo.


            La liturgia de este Triduo pascual contiene algunos rasgos en sus ritos muy sugerentes.

            En la Misa en la Cena del Señor, destacan el lavatorio de los pies y la solemne colecta de los dones. Dice la Carta sobre la “Preparación y celebración de las fiestas pascuales”, de la Cong. para el Culto divino: “El lavatorio de los pies que, según la tradición, se hace en este día a algunos hombres previamente designados, significa el servicio y el amor de Cristo, que “no ha venido para que le sirvan, sino para servir”. Conviene que esta tradición se mantenga y se explique según su propio significado. Los donativos para los pobres, especialmente aquellos que se han podido reunir durante la Cuaresma como fruto de la penitencia, pueden ser presentados durante la procesión de ofrendas, mientras el pueblo canta “Ubi caritas est vera”” (n 50 s).

            Las ofrendas, que nunca pueden ser “simbólicas” (un reloj, un libro, un balón...) desfigurando su sentido, sino reales, para la Iglesia y para los pobres, van a ser el fruto sincero del ayuno de la Cuaresma. Un prefacio de la liturgia cuaresmal canta la grandeza del ayuno por el cual se da gracias a Dios: "Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa por Cristo, Señor nuestro" (IV de Cuaresma) y otro prefacio: “Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a compartir nuestros bienes con los necesitados imitando así tu generosidad” (III de Cuaresma). Éstos son los valores del ayuno corporal. Y eso no es todo: lo que nos ahorramos económicamente con el ayuno y con tanta privación no nos pertenece, es para los pobres. Por eso el Jueves Santo deberíamos entregar los ahorros del ayuno a Cáritas en la colecta de la Misa. Todo ayuno implica fraternidad.

            La Vigilia pascual -¡la mayor de las solemnidades, imprescindible para la vida cristiana!- educa en esa misma línea. Los nuevos bautizados, tras orar como fieles por vez primera en la oración universal, presentan su propia ofrenda, tienen derecho a ofrecer el pan y el vino y sus propias aportaciones para los pobres.

            El amor entregado de Cristo en el Triduo Pascual y el desarrollo mismo de la liturgia (cuando es bien celebrada, sin falsas creatividades ni inventos) educa en la Cáritas auténtica. La liturgia es un ejercicio de la Cáritas de Dios para vivirla y que se convierta en Cáritas (Caridad-Amor) para con Dios y para con nuestros hermanos.



1 comentario:

  1. La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios. La caridad es un don de Dios que nos permite amar en medida superior a nuestras posibilidades humanas. Ahora bien, la causa y el fin de la caridad está en Dios no en la filantropía (amor a los hombres).

    Que tu palabra sea siempre luz en nuestro sendero, para que, realizando siempre la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en ti (de las preces de Laudes).

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