sábado, 21 de noviembre de 2015

El confesionario: personal y pastoral

Cristo entregó muchas horas de su tiempo a encuentros reposados, serenos, uno a uno, de manera que su interlocutor fuera entrando en el corazón, descubriendo su verdad, acrecentando su deseo de salvación. Eran encuentros profundamente personales y únicos con el Señor que cambiaba la vida. ¿O no se transformó la samaritana? ¿O Andrés y Juan no reconocieron en Cristo a Aquel que su corazón deseaba incluso aunque no lo sabían muy bien?

La pastoral -palabra talismán- debe incluir de nuevo, como siempre lo tuvo, el reposo y la serenidad del encuentro personal, del diálogo amable, de la confidencia tranquila. Las prisas y la multiplicidad de reuniones dificultan la paz para un encuentro personal. Pero hoy, lo verdaderamente pastoral pasa por una disponibilidad real para escuchar y acoger, para dejar que aflorece el corazón del otro y sus luchas, e iluminar su vida y acompañarla.

No nos referimos aquí al amiguismo que cree dependencias espirituales; sino al contacto humano en la vida parroquial, en toda vida eclesial, que acompañe realmente, que discierne y ayude acogiendo al otro. Esto será, si se permite la expresión, una pastoral muy personalizada, una pastoral amable y cercana, uno a uno.

El modelo era la acción de Cristo y su "pastoral personalizada", dedicando el tiempo necesario a cada persona para mostrarle la Verdad e introducirla en la Comunión con Dios:

"Por estos motivos, además de la proclamación que podríamos llamar colectiva del Evangelio, conserva toda su validez e importancia esa otra transmisión de persona a persona. El Señor la ha practicado frecuentemente —como lo prueban, por ejemplo, las conversaciones con Nicodemos, Zaqueo, la Samaritana, Simón el fariseo— y lo mismo han hecho los Apóstoles. En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe? La urgencia de comunicar la Buena Nueva a las masas de hombres no debería hacer olvidar esa forma de anunciar mediante la cual se llega a la conciencia personal del hombre y se deja en ella el influjo de una palabra verdaderamente extraordinaria que recibe de otro hombre. Nunca alabaremos suficientemente a los sacerdotes que, a través del sacramento de la penitencia o a través del diálogo pastoral, se muestran dispuestos a guiar a las personas por el camino del Evangelio, a alentarlas en sus esfuerzos, a levantarlas si han caído, a asistirlas siempre con discreción y disponibilidad" (Pablo VI, Exh. Evangelii Nuntiandi, n. 46).


Tradicionalmente, este aspecto más personal e íntimo era tratado en el confesionario y en la dirección espiritual. Quien lo necesitaba, hallaba en el confesionario a un sacerdote ejerciendo el oficio de la misericordia que escuchaba la situación real del corazón y no sólo perdonaba los pecados, sino que permitía la apertura de la intimidad del alma, sus búsquedas y orientaba. Así también la dirección espiritual -que hoy se prefiere llamar acompañamiento espiritual- era un instrumento de crecimiento mediante el encuentro con el Señor.

Una pastoral que tenga en cuenta el rostro concreto de la persona debería ya recuperar dimensiones y acciones que se han arrinconado, entre ellas, es verdadera pastoral la presencia asidua, diaria, del sacerdote en el confesionario para atender, escuchar paternalmente, amigablemente, y ejercer el ministerio de Cristo Pastor.

También, a lo ya dicho, es verdadera pastoral potenciar y cuidar la dirección espiritual, estando disponible, acogedor, y brindando oportunidades concretas, para acompañar personalmente a otros hermanos en su vida cristiana. Requiere serenidad y dar prioridad a este tipo de ministerio antes que a otros, tal vez más funcionales e inmediatos, pero que es sumamente agradecido, porque se ve a personas concretas, con sus luchas y dificultades, buscar el rostro del Señor y avanzar en el seguimiento.

El confesionario y la dirección espiritual recobran entonces la importancia pastoral y evangelizadora que tuvo siempre. Cristo sale al encuentro de cada uno en este sacramento y en el acompañamiento espiritual. Dediquemos tiempo y paz para acoger así a cada persona.

1 comentario:

  1. Durante la segunda mitad del pasado siglo se fueron perdiendo el sacramento de la penitencia y la dirección espiritual (por dejadez de sacerdotes y fieles). Tan es así que el Vaticano publicó en 2011 el documento "El sacerdote, confesor y director espiritual: Ministro de la misericordia divina", .Elaborado por la Congregación para el Clero, hacía votos para que "los sacerdotes podamos descubrir de nuevo el valor pastoral de estos medios simples, muy corrientes, que parece que no tienen fuerza pastoral pero que son potentísimos si los sabemos administrar bien y si valorizamos el estar disponibles para administrarlos”.

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