sábado, 19 de septiembre de 2015

Matricularse en la Universidad (y II)

A la hora de ir a la Universidad y pasar unos años decisivos en ella, habría que preguntarse: ¿Qué es la Universidad? ¿Qué puedo esperar y qué debo buscar en ella? También todos los demás habremos de mirar a la Universidad sabiendo lo que es y la función primordial que representa para la vida social, para la cultura, para la formación de las distintas generaciones.

Y para saber y valorar la Universidad, y los jóvenes y docentes para vivirla intensa y profundamente, la fe católica ilumina nuestra propia razón para valorarla justamente y aunar esfuerzos y búsquedas.

Son descriptivas las palabras del papa Benedicto XVI:

"Pero ahora debemos preguntarnos: ¿Y qué es la universidad?, ¿cuál es su tarea? Es una pregunta de enorme alcance, a la cual, una vez más, sólo puedo tratar de responder de una forma casi telegráfica con algunas observaciones. Creo que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad. En este sentido, se puede decir que el impulso del que nació la universidad occidental fue el cuestionamiento de Sócrates. Pienso, por ejemplo —por mencionar sólo un texto—, en la disputa con Eutifrón, el cual defiende ante Sócrates la religión mítica y su devoción. A eso, Sócrates contrapone la pregunta: "¿Tú crees que existe realmente entre los dioses una guerra mutua y terribles enemistades y combates...? Eutifrón, ¿debemos decir que todo eso es efectivamente verdadero?" (6 b c). En esta pregunta, aparentemente poco devota —pero que en Sócrates se debía a una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios verdaderamente divino—, los cristianos de los primeros siglos se reconocieron a sí mismos y su camino.

Acogieron su fe no de modo positivista, o como una vía de escape para deseos insatisfechos. La comprendieron como la disipación de la niebla de la religión mítica para dejar paso al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y al mismo tiempo Razón-Amor. Por eso, el interrogarse de la razón sobre el Dios más grande, así como sobre la verdadera naturaleza y el verdadero sentido del ser humano, no era para ellos una forma problemática de falta de religiosidad, sino que era parte esencial de su modo de ser religiosos. Por consiguiente, no necesitaban resolver o dejar a un lado el interrogante socrático, sino que podían, más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de su propia identidad la búsqueda fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento de la verdad íntegra. Así, en el ámbito de la fe cristiana, en el mundo cristiano, podía, más aún, debía nacer la universidad.

Es necesario dar un paso más. El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber —dice— produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que reina en la fe cristiana, porque a ella se le concedió la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se reveló al mismo tiempo como el Bien, como la Bondad misma" (Benedicto XVI, Disc. a la Universidad La Sapienza de Roma, 17-enero-2008).

Curiosamente, este discurso no se pudo pronunciar porque la cultura relativista, secularizada que presume de tolerancia, impidió que el Papa fuese y se dirigiese interpelando la razón.

El Logos -y el Logos es Jesucristo- es el buscado y deseado en cualquier estudio que merezca tal nombre; la razón busca al Logos de todas las cosas, a la Razón de todas las cosas.

Es un desafío vivir esto y planteárselo así a la hroa de matricularse en una Facultad y emprender la tarea de la sabiduría.

"Hoy, el peligro del mundo occidental —por hablar sólo de éste— es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último. Dicho desde el punto de vista de la estructura de la universidad: existe el peligro de que la filosofía, al no sentirse ya capaz de cumplir su verdadera tarea, degenere en positivismo; que la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede confinada a la esfera privada de un grupo más o menos grande. Sin embargo, si la razón, celosa de su presunta pureza, se hace sorda al gran mensaje que le viene de la fe cristiana y de su sabiduría, se seca como un árbol cuyas raíces no reciben ya las aguas que le dan vida. Pierde la valentía por la verdad y así no se hace más grande, sino más pequeña. Eso, aplicado a nuestra cultura europea, significa: si quiere sólo construirse a sí misma sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en el momento la convence, y, preocupada por su laicidad, se aleja de las raíces de las que vive, entonces ya no se hace más razonable y más pura, sino que se descompone y se fragmenta. 

Con esto vuelvo al punto de partida. ¿Qué tiene que hacer o qué tiene que decir el Papa en la universidad? Seguramente no debe tratar de imponer a otros de modo autoritario la fe, que sólo puede ser donada en libertad. Más allá de su ministerio de Pastor en la Iglesia, y de acuerdo con la naturaleza intrínseca de este ministerio pastoral, tiene la misión de mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios; y, en este camino, estimularla a descubrir las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana y a percibir así a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro" (ibíd.).

Estos principios, densos, tal vez muy elevados, han de conformar a un joven universitario que quiera responder a las exigencias de su fe y de su razón y no dejar que pasen los años en la Facultad simplemente fotocopiando apuntes y apurando convocatorias.

El amor de Cristo en el corazón lleva a a amar la realidad y a interpretarla en su verdad. Por eso, ese amor protege la razón de caer en ideologías, en apriorismos que debilitan la mirada sobre la realidad, en seleccionar sólo una parte sin mirar el conjunto, el contexto, provocando reflexiones muy parciales o incluso muy sectarias.

La caridad sobrenatural acerca a la realidad con un corazón limpio y buscador. Mira a la realidad a la cara, sin prejuicios (racionalistas, o laicistas, o secularizadores), sin ambiciones interesadas. Así el amor (cristiano) humaniza la ciencia, los saberes, y busca crecer en la Verdad para luego poderla ofrecer a la sociedad entera, edificando algo verdadero y útil en el futuro.

Movidos por la fe, los universitarios católicos se santificarán en el estudio (¡esto hay que tenerlo en cuenta!) descubriendo y entregándose al amor por el saber, a la perseverancia en el estudio y en el trabajo, a la satisfacción de aprender y ampliar horizontes, relacionando cosas nuevas, ampliando y profundizando lo más posible en aquello que tenga que estudiar y complementándolo con otros saberes.

Este será el reto que, si se asume, conseguirá que la Universidad haga honor a su nombre y su vocación.

1 comentario:

  1. En el mundo de hoy caracterizado por unos procesos tan rápidos en la ciencia y la tecnología, las tareas de la universidad católica asumen una importancia y una urgencia cada vez mayores, de hecho los descubrimientos científicos y tecnológicos, si por una parte conllevan a un enorme crecimiento económico e industrial, por otra, te imponen invenciblemente la necesaria búsqueda del significado, con el fin de garantizar que los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de la cada personas y del conjunto de la sociedad humana.

    La universidad al servicio a la fe y a la cultura, iluminando la cultura. desde la fe, enriqueciendo nuestra vida de creyentes con los aportes del saber, e impregnando nuestros países de valores cristianos. Dar testimonio de la luz de la fe en la sociedad debe ser un imperativo presente desde el inicio en el corazón del quehacer institucional.

    Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles nos has preparado la mesa de tu palabra: por ella crecemos en el conocimiento de la verdad y se acrecienta nuestro gozo (de las preces de Laudes)

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