sábado, 16 de marzo de 2013

Perdónanos... (VIII)

Cada día hemos de pedir perdón a Dios, cada día hemos de ser perdonados por Él y cada día habremos de perdonar lo que nos hagan a nosotros.

Esta petición del perdón introducida en la Oración dominical revela la propia realidad de nuestro ser humano, caído y pecador, con la concupiscencia por dentro que nos arrastra al mal (ya sea un pequeño mal, ya sean grandes males y pecados). Y porque somos así, pero redimidos, habremos de recurrir a Dios misericordioso con la humilde petición del perdón y la esperanza de su Gracia.


Ahora bien, Dios quiere perdonarnos si antes somos capaces de vivir el dinamismo del perdón, otorgándolo a los demás, sin guardar ira ni rencor, ni albergar venganza, ni dejarnos consumir por el resentimiento o alegrarnos por el mal ajeno.

"n. 13. Digamos, pues, cada día: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; digámoslo con corazón sincero y hagamos lo que decimos. Es una promesa que hacemos a Dios; un pacto y un convenio. El Señor tu Dios te dice: "Perdona y te perdono. ¿No has perdonado? Eres tú quien fallas contra ti mismo, no yo". Así es, amadísimos hijos míos; porque sé lo que os conviene de esta oración del Señor, sobre todo de esta petición: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, escuchadme. Vais a ser bautizados; perdonad a todos. Perdone cada cual de corazón lo que tenga en su interior contra quienquiera que sea. 

Entrad así y estad seguros de que se os perdonará completamente cuantas deudas contrajisteis, tanto las que proceden de vuestro nacimiento en Adán, el pecado original, pecado por el cual corréis con vuestros hijos a la gracia del Salvador, cuanto aquellas otras que habéis contraído en vuestra vida, sean dichos, hechos o pensamientos. Todo se os perdonará. Y saldréis de allí, como de la presencia de vuestro Dios, con la certeza del perdón de todas vuestras deudas.

n. 14. Respecto a los pecados de cada día, pensando en los cuales os dije que era necesario repetir como purificación diaria: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, ¿qué debéis hacer? Tenéis enemigos. ¿Quién vive en esta tierra sin tener algún enemigo?

Pensando en vosotros mismos, amadlos a ellos. En ningún modo puede dañarte tanto el enemigo que se ensaña contra ti como te dañas a ti mismo si no le amas a él. Él puede causar daño a tu villa, a tu rebaño, a tu casa, a tu siervo, a tu sierva, a tu hijo o a tu mujer; o, como mucho, si se le concediera esa posibilidad, a tu carne.

¿Acaso tanto como puedes causar tú a tu alma? Amadísimos, os exhorto a que os abráis a esta perfección. Pero ¿acaso os la concedo yo? Aquel a quien decís: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, es quien os la otorga. No os parezca imposible. Yo sé, yo conozco, yo he comprobado que existen cristianos que aman a sus enemigos. Si os pareciere imposible, no lo hagáis. Como priemra cosa, creed que esposible y orad para que se cumpla en vosotros la voluntad de Dios.

¿Qué provecho sacas del mal de tu enemigo? Si no tuviera mal ninguno, no sería tu enemigo. Deséale el bien, deséale que deponga el mal y dejará de ser tu enemigo. No es, en efecto, su naturaleza humana la que es tu enemiga, sino su culpa. ¿Acaso es tu enemigo porque posee alma y carne? Es como tú: tú tienes alma, él también la tiene; tienes carne, él también. Es consustancial a ti; fuisteis hechos de tierra semejante, fuisteis animados por Dios uno y otro. Lo que eres tú, es él: ve en él a tu hermano. Los dos primeros hombres fueron nuestros padres: Adán y Eva. Él el padre, ella la madre. En consecuencia, nosotros somos hermanos. Dejemos de lado el primer origen.

Dios es nuestro Padre, la Iglesia es nuestra Madre. Por tanto, nosotros somos hermanos. Pero mi enemigo es pagano, es un judío o un hereje de los que os hablé al exponer: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. ¡Oh Iglesia! Tu enemigo es pagano, o judío o hereje: es tierra. Si tú eres cielo, invoca al Padre que está en los cielos y ora por tus enemigos. También Saulo era enemigo de la Iglesia; orando por él se convirtió en amigo. No sólo dejó de ser perseguidor, sino que se esforzó por ser una ayuda. Y si buscas la verdad, se oró contra él; contra su maldad, no contra su naturaleza.

Ora también tú contra la maldad de tu enemigo; muera ella para que viva él. Si llega a morir tu enemigo, carecerás ciertamente de tu enemigo, pero no encontrarás a un amigo. Si, en cambio, muriese su maldad, habrás perdido el enemigo y encontrado un amigo".

(S. Agustín, Serm. 56, 13-14).

1 comentario:

  1. Me da por pensar que el perdón es uno de los grandes regalos de DIOS a los hombres, es pura GRACIA, e intuyo que esto es posible si el grado de exigencia personal esté conforme a la acción de la Gracia en nuestras vidas, no conforme a nuestra voluntad, fuerza, o cualidades; pues de esto último solo se saca tibieza. Alabado sea DIOS. Muchas gracias, Padre, por este escrito, tan inspirador como exigente. Abrazos en CRISTO. Sigo rezando.

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