miércoles, 18 de abril de 2012

La Iglesia para el mundo

La Iglesia nacida en la Pascua de su Señor, es la Esposa muy amada de Jesucristo, es su Cuerpo vivo y real entre los hombres, en la historia, entre las naciones, en el tiempo.


¿Cómo se presenta?

¿Qué anuncia?

¿Con qué tono abrir los brazos y el corazón a los hombres?

Por la Pascua de su Señor, la Iglesia anuncia a los hombres una vida nueva, eterna y sobrenatural, puro don de la gracia. Sus palabras son palabras de comprensión, misericordia y esperanza, porque estos hombres a los que Ella se dirige son los hombres por los cuales Cristo ha muerto y ha resucitado.

Los hombres pueden desconocer hasta qué punto esto es importante; incluso pueden estar cerrados pese al instinto creado que busca la Verdad, el descanso del alma.

Pero la Iglesia anuncia con esperanza, se expone, sale a la plaza pública. Es lo que intentó con el Concilio Vaticano II, que en breve, hará ya cincuenta años de su inauguración y que reviviremos, en cierto modo, con el Año de la Fe.
Junto a las palabras, el tono con el que hablar y mostrarse al mundo es importante. Oigamos primero -y veamos- un breve fragmento de la Homilía de la clausura del Concilio, el  8 de diciembre de 1965, de Pablo VI:



Estas son sus palabras:

"Nadie, en principio, queda fuera del alcance de este centro católico romano; en línea de principio se puede y se debe llegar a todos. Para la Iglesia Católica nadie es extraño, nadie está excluido, nadie se encuentra lejos...


Este saludo universal lo dirigimos también, finalmente, a vosotros, hombres que no nos conocéis; hombres que no nos comprendéis, hombres que no  nos consideráis útiles, necesarios o amigos vuestros, y nos dirigimos también a vosotros, hombres que, pensando quizá hacer bien, estáis contra nosotros. Un saludo sincero, un saludo discreto, pero lleno de esperanza, y hoy, creedlo, lleno también de estima y amor".

La Iglesia anuncia una esperanza nueva y definita, y lo hace llena de amor y estima por los hombres. Así los mira. Así los ve. Deberá anunciar la conversión y el perdón de los pecados, incluso ser una instancia crítica, la voz de la conciencia para la sociedad, sin mundanizarse ni aceptar acríticamente cuanto le viene del mundo y se quiera infiltrar en ella.

Pero mira a los hombres y al mundo con amor para comunicarles la Vida sobrenatural. Y flaco favor haremos si el lenguaje es constantemente un lenguaje de condena y de recelo, de reprimenda y de castigo en nombre de una falsa fidelidad.

6 comentarios:

  1. La Iglesia siempre ha tenido un problema de comunicación. Causas hay muchas, pero una de ellas es que se comunica por el mismo canal mensajes que van a diferentes colectivos. Se podría elaborar conductos diferentes, pero esto conllevaría una aparente ocultación de los mensajes. Lo cierto las condenas y los mensajes de misericordia circular hacia destinatarios que no terminan de entender si se les acoge o se les condena.-

    Me temo que el problema del canal no es sencillo de abordar y necesita de una seria formación de quienes son responsables de enviar estos mensajes.

    Un abrazo en el Señor :)

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    1. Se nota el peculiar punto de vista de cada uno, según su formación o sus ámbitos de interés. Porque hoy la variedad de enfoques son absolutamente distintos y enriquecedores de todos.

      En su caso, amigo Miserere, ¡como no podía ser menos!, se preocupa y subraya el modo de la comunicación, el canal y la sugerencia de distintos canales según sean los receptores. Interesante, sin duda.

      Creo que hemos avanzado mucho en esos terrenos y un ejemplo evidente es la presencia católica en Internet, ofreciendo 'mensajes' en distintos planos y llegando a distintas realidades humanas. Es insuficiente, pero hemos avanzado sin duda.

      Un abrazo!!

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  2. Es cierto, la iglesia de Cristo que somos todos los que le amamos, debemos hablar, actuar y sentir como Él lo hizo, durante su vida mortal.
    Y si en un momento dado, sentimos que, como pecadores, no podemos seguir amando a los que nos dañan, pedirle humildemente: ¡Señor, danos el poder obedecerte, porque Tú nunca pides imposibles al hombre! ¡Danos tu Gracia que todo lo puede!

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    1. El amor a la Iglesia define a un buen hijo de Dios, a un bautizado, a un católico.

      Ese amor a la Iglesia dilata y ensancha nuestro corazón, queriendo que muchos otros se incorporen y vivan ese mismo Amor que a nosotros nos ha transformado.

      Ojalá quienes nos vean desde fuera perciban ese amor entre nosotros, ese amor a la Iglesia y ese amor que queremos ofrecerles.

      Nos unimos a su plegaria: "¡Danos tu Gracia, Señor, que todo lo puede!"

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  3. La iglesia es madre y las madres sabemos la importancia de los distintos tonos en el lenguaje: el tono terminante, de advertencia, de reprimenda, confidencial, cariñoso…, todos necesarios porque a una madre le preocupa lo que puede dañar a su hijo y le protege porque le ama. El “ring” se encuentra actualmente en la mente humana a través del lenguaje como instrumento de penetración y dominio que intenta imponer un modo de entender la realidad, una cosmovisión subyacente. Podemos leer en “El ocaso de los ídolos” a Nietzsche: mucho me temo que no conseguiremos librarnos de Dios mientras sigamos creyendo en la gramática, y a Ionesco: renovar el lenguaje es renovar la visión del mundo. La palabra humana posee la naturaleza que Dios le ha dado y cuando nombra a las cosas sensibles, las define, manifiesta su peso y medida ónticos y le señala su lugar en el orden del universo. Pero muchos de nuestros contemporáneos juzgan la búsqueda de la verdad como intolerante, la Verdad, uno de los Nombres de Dios, causa escozor en muchos oídos. Se recubren ideas con palabras a fin de calificar de antemano en la esperanza de que nadie se atreverá a sostenerla viéndola adjetivada como condenatoria, falta de misericordia, intolerante, ilegal. Si las palabras no tuvieran importancia no se atacaría tanto a la Iglesia disfrazando el catolicismo como oscurantismo, fanatismo… ni se engalanarían ellos con hermosas palabras como libertad, progreso…

    El padre Garrigou Lagrange dijo que la Iglesia es intolerante en los principios porque cree, pero es tolerante en la práctica porque ama mientras los enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen, pero son intolerantes en la práctica porque no aman. Aún cuando el juicio temerario sobre las conciencias nos está justamente prohibido, la Iglesia distingue entre condenar que es dar por perdido a quien actúa mal y salvar que es vencer al mal en el corazón del hombre, pero en palabras de un conocido escritor católico "hoy el escándalo de la Redención permanece tan vigente como hace dos mil años porque para negar u olvidarse de Dios hay que negar primero el pecado".

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Exageradamente completo, querida amiga. Me pone los dientes largos que cite autores a los que yo no he manejado a fondo.

      Me quedo con una de las frases iniciales: el diferentes tono, según las circunstancias, con que las madres hablan a sus hijos.

      A veces, cuando hablamos en la Iglesia, sólo aparece un tono, el de corrección y condena, pareciendo que la Iglesia es una madre gruñona. También con el sabor de la miel tendríamos que atraer y mostrar a Cristo y emplear otros tonos para ir ganando a los hijos.

      Muchos blogs y páginas, a veces muchas predicaciones, usan un lenguaje gruñón, protestan por todo y a todas horas, y aunque puedan tener razón en los males que señala, realmente provocan rechazo. Viven amargados.

      Alegría cristiana, serenidad, esperanza, conversión... deben mostrarse siempre en la Iglesia y recurrir a tonos distintos.

      (Ayer encontré un texto de Pablo VI a los abogados. No sé cuándo, pero pensando en vos y en otros letrados amigos, lo traerá al blog como una ayuda para los que os santificáis entre togas, procuradores, expedientes...)

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