lunes, 5 de septiembre de 2011

J.A.S.P., preparados, formados (JMJ)

Hará algunos años, una campaña de publicidad -¿de qué era? ¿tal vez de un coche?- acuñaron el término J.A.S.P., como un concepto atractivo y elitista, que era el acróstico de "Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados". Las imágenes asociaban el producto a jóvenes ya con su primer puesto de trabajo conseguido, bien remunerado, que, pese a su juventud, mostraban una alta cualificación intelectual y acádemica.

J.A.S.P., "Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados" me ha venido a la cabeza con las palabras del Papa en la JMJ. ¿Qué horizonte marcaba el Santo Padre? Dirigía la mirada de todos a una suficiente formación, cualificación, en la doctrina, en la fe. El Papa quería a los jóvenes que fueran plenamente jóvenes "aunque sobradamente preparados". Lanzaba el reto de la formación.

Para ser exactos, la formación de los jóvenes ya la tuvo presente y se refirió a ella en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud, con fecha 6 de agosto de 2010. Para ser arraigados en Cristo y para que Cristo nos fortalezca en la fe, era necesaria -¡es necesaria!- una formación doctrinal suficiente y razonada:

"Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará. «La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (Catecismo de la Iglesia Católica, 150). Así podréis adquirir una fe madura, sólida, que no se funda únicamente en un sentimiento religioso o en un vago recuerdo del catecismo de vuestra infancia. Podréis conocer a Dios y vivir auténticamente de Él, como el apóstol Tomás, cuando profesó abiertamente su fe en Jesús: «¡Señor mío y Dios mío!»" (Mensaje, n. 4).


El plan de formación señalado no requiere de grandes dinámicas de grupos, ni una infraestructura amplísima de materiales didácticos, ni es un trabajo psicologizante sobre los valores de moda; es tan sencillo como sencilla es realmente la vida cristiana. Contiene estos elementos:
  1. Oración y diálogo personal con el Señor
  2. Lectura de los Evangelios, sabiendo que es Cristo quien habla mediante ellos
  3. El Catecismo de la Iglesia Católica, estudiado, profundizado, desentrañado, razonado, pensado.

Asumir este plan significaría, ciertamente, poner piedras sencillas y sólidas en la base, y no querer o pretender construir casas por el tejado o por los adornos y decoración. Este plan de formación sencillo es, a la larga, el más fecundo y va avalado por muchas generaciones que, sin snobismos pastorales, lo vivieron así y se forjaron almas de Dios.

La oración, vivida con fidelidad cotidiana, nos permite adentrarnos en el conocimiento de Cristo, en este caso, por la vía de la amistad. El amor quiere conocer más y mejor. La vida de oración, planteada a los jóvenes también, no es un lujo elitista, sino una dimensión normal de nuestro ser cristianos. Claro que habrá que iniciar en la vida de oración, acompañar, enseñar a orar y estar con Cristo. Pero sin la oración, difícilmente habrá la solera, la hondura, en la fe.

"Es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8)" (Benedicto XVI, Disc. Vigilia de oración, 20-agosto-2011).

Realmente, la escucha de la Palabra de Dios, su lectura diaria, en clima de conversación y diálogo con Cristo, nos permiten conocer mejor al Señor y edificar lo que somos con firmeza, basados en Él:

"Hay palabras que solamente sirven para entretener, y pasan como el viento; otras instruyen la mente en algunos aspectos; las de Jesús, en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida. Sin esto, se quedan vacías y se vuelven efímeras. No nos acercan a Él. Y, de este modo, Cristo sigue siendo lejano, como una voz entre otras muchas que nos rodean y a las que estamos tan acostumbrados. El Maestro que habla, además, no enseña lo que ha aprendido de otros, sino lo que Él mismo es, el único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha creado para que podamos alcanzar la vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en toda circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir...

Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras del Señor para que sean en vosotros «espíritu y vida» (Jn 6,63), raíces que alimentan vuestro ser, pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo, siendo pobres de espíritu, hambrientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la paz. Hacedlo cada día con frecuencia, como se hace con el único Amigo que no defrauda y con el que queremos compartir el camino de la vida" (Benedicto XVI, Fiesta de Acogida en Cibeles, Madrid, 18-agosto-2011).
La fe de la Iglesia se transmite en la catequesis. La doctrina es fundamental para saber en Quién creemos, lo que creemos, y dar razones de nuestra esperanza a tantos como nos la piden hoy.

Ya señaló el Papa el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica. La fe tiene que ser pensada, razonada, estudiada, para poder ser asimilada con convencimiento.


El Papa animaba a la formación -¡sobradamente preparados!- animando a los jóvenes a que, juntos, profundizaran en ella; las sesiones de estudio del Catecismo juntos para profundizar y compartir: "Gracias a la fe estamos cimentados en Cristo. Encontraros con otros para profundizar en ella" (Ibid., saludo en lengua francesa).

Unos con otros, se prestan ayuda para profundizar en la fe y vivirla de veras: 

"Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros" (Benedicto XVI, Hom. clausura JMJ, 21-agosto-2011). 

"Firmes en la fe, seréis un eslabón en la gran cadena de los fieles. No se puede creer sin estar amparado por la fe de los demás, y con mi fe contribuyo también a ayudar la fe de los demás. La Iglesia necesita de vosotros y vosotros tenéis necesidad de la Iglesia" (Benedicto XVI, Fiesta de acogida de los jóvenes, 18-agosto-2011; saludo en lengua portuguesa).
 
Es un proceso -oración, escucha de la Palabra, formación doctrinal- para estar y permanecer firmes en la fe:
"Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él" (ibíd.).

El Santo Padre ha lanzado el reto de la formación: "Con los ojos fijos en Él, profundizad en vuestro conocimiento del Evangelio y dad abundantes frutos" (Benedicto XVI, Ángelus, 21-agosto-2011; saludo en lengua inglesa).

En sentido amplio, las palabras que el Papa dirigió a los seminaristas se pueden extender a todo proceso formativo; primero es necesario crecer en interioridad, darse a la oración, formarse mediante el estudio, porque sin esto el apostolado, el compromiso, la misión, queda sin apoyo sólido: ¡no se puede dar lo que uno no tiene ni recibió! "¿Cómo vivir estos años de preparación? Ante todo, deben ser años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia" (Benedicto XVI, Hom. a los seminaristas en la Catedral de la Almudena, 20-agosto-2011).

Los jóvenes están en el mundo con sus desafíos y sus diversas y tan contradictorias corrientes. La razón debe haberse sumergido bien en el Logos, en la razonabilidad de la fe, para que ésta sea sólida y bien pensada. Muchas veces jóvenes en etapa académica de secundaria reciben una formación doctrinal catequética dirigida sólo a su emotividad, con escasos frutos, evidentemente, o con frutos que se evaporan en cuanto la emotividad cambia de signo o dirección; o jóvenes que están en la Universidad, el campo del saber y de la humanidad, apenas reciben en la Iglesia más que unas terapias psicológicas o un discurso de valores descuidando en la Iglesia la razón, que sin embargo es la que cultivan en sus estudios. Hay un evidente desfase.

El nivel y el rigor en el método, el uso de la inteligencia aplicada a la búsqueda de la Verdad, en la enseñanza secundaria y sobre todo en la formación universitaria, deberán siempre ir acompasada de una formación doctrinal cristiana acorde con las exigencias de la razón con el suficiente nivel y hondura como para dar razón de esa esperanza cristiana en los ámbitos del saber y la razón. ¿O trataremos como niños a quienes están entregados al cultivo de la inteligencia en la Universidad? ¿Les daremos un alimento insustancial, afectivo, mientras el mundo académica les ofrece ideologías secularizadoras, sin darles argumentos y certezas de la Verdad?

"No es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad" (Benedicto XVI, Encuentro con los profesores universitarios, El Escorial, 19-agosto-2011).

La fe no entra en conflicto con el Logos, con la razón, sino en convergencia. ¿No será cuestión de cuidar más lo razonable de la fe y proponer una formación catequética que ponga en juego la razón, la inteligencia de los jóvenes, más que afectividad-emotividad, o su sentido ético?

"Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor" (ibíd.).

Hoy, la pastoral de jóvenes, la enseñanza catequética en general tiene por delante que responder a estas necesidades, y sentirnos "unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres" (ibíd.).

Será así una Iglesia intelectualmente habitable que provocará un crecimiento integral de los jóvenes, cultivando su inteligencia. Éstos así, no se sentirán perdidos ante corrientes ideológicas o ante el mundo universitario, ni habrá dicotomía entre la inteligencia (para los estudios) y la emotividad (para la fe).

3 comentarios:

  1. El conocimiento de las cosas de Dios se adquiere con el corazón y la inteligencia. Es la "y" católica que nos confirma en la unidad interior y exterior. Un excelente post, Don Javier.
    Ya volvimos del verano.
    Un saludo cordial.
    :O)

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  2. Buenos días don Javier.Es que una fe no razonada tarde o temprano se abandona.Otra cosa es que alcancemos a saberlo todo o con profundidad,también hay que dejar y fiarse de aquello que no se alcanza, lo difícil es hacerlo todo a la vez, halar parejo seso y corazón.Un abrazo.

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  3. Querida Felicitas:

    ¡Ya se le echaba de menos! bienvenida.

    Corazón e inteligencia unidas: esa es una nota distintiva del catolicismo... denostada en la práctica.


    NIP:

    Como todo debe estar unido, el planteamiento de fondo, ante las palabras del Papa es revisar y reorientar la formación que se da en círculos, catequesis, grupos de jóvenes, etc., dejando el psicologismo de las dinámicas de grupo, la opinión de cada cual, y el lenguaje secularizado de los "valores".

    Hemos de emprender un camino nuevo, sólido, para la educación de los jóvenes en nuestras parroquias y comunidades, ofreciendo algo verdadero, bello, razonable.

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