miércoles, 29 de septiembre de 2010

Enseñanza, Universidad, laicado (de nuevo, Newman)

En la Iglesia Católica la razón no es mirada con recelo, y quien la mire así es que no ha entendido nada. La gran valedora hoy de la razón es la Iglesia, porque confía en la capacidad racional dada por Dios al hombre para la búsqueda de la Verdad... mientras que el ambiente circundante -que se las da de intelectual, que pretenciosamente se hacen llamar "los hombres y mujeres de la cultura"- sospechan de la razón, la ven débil e incapaz de alcanzar nada sólido y prefieren instalarse en el relativismo (nada es Verdad, todo da igual) y el emotivismo (mover al hombre sólo por impulsos y sentimientos).


Si la Iglesia es valedora de la razón ante el "pensamiento débil" hijo de la secularización y de la postmodernidad, Newman es un ejemplo preclaro. Es la razón -el arte de pensar bien- lo que cuida él, y lo que quiere que se cuide al máximo en la vida de la Iglesia porque nos jugamos mucho. 

Newman, como buen intelectual (aunque ser intelectual hoy se mira como sospechoso, poco "pastoral"), traza líneas que hoy siguen siendo actuales: el cultivo de la enseñanza, de los colegios católicos, de la Universidad y del pensamiento. Son los lugares y ámbitos de la razón que genera pensamiento y configura el ser personal, a condición de una clarísima identidad católica (sin disimular, ni aguar la doctrina descafeinándola, disfrazándola de "valores" para no desentonar) y con alto nivel formativo. De ahí saldrá un laicado maduro, hecho, forjado; de ahí un laicado que puede hablar y responder a las objecciones del mundo; un laicado cuya razón ha sido moldeada para pensar y para contemplar.

Benedicto XVI lo expresaba así:

"El servicio concreto al que fue llamado el Beato John Henry incluía la aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a muchas de las más urgentes “cuestiones del día”. Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo. Me gustaría rendir especial homenaje a su visión de la educación, que ha hecho tanto por formar el ethos que es la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas actuales. Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. El proyecto de fundar una Universidad Católica en Irlanda le brindó la oportunidad de desarrollar sus ideas al respecto, y la colección de discursos que publicó con el título La Idea de una Universidad sostiene un ideal mediante el cual todos los que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo. 

Más aún, qué mejor meta pueden fijarse los profesores de religión que la famosa llamada del Beato John Henry por unos laicos inteligentes y bien formados: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que el nos dejó" (Homilía en la Beatificación de Newman, Birmingham, 19-septiembre-2010).

O sea, nada más y nada menos que:

  • Un hombre dedicado a lo intelectual, aplicando su inteligencia y escribiendo mucho: eso también es "pastoral"
  • Newman marca tres líneas: 1) relación fe y razón; 2) el lugar de la religión en la sociedad (nada de ser privado e íntimo-subjetivo) y 3) necesidad de una educación esmerada y amplia.
  • Colegios y universidades (especialmente con el sello "católico") deben caracterizarse por: esfuerzo intelectual, disciplina moral y compromiso religioso (¿salen así los alumnos de los centros educativos católicos hoy en día? ¿Suministramos las herramientas educativas necesarias para ello?)
  • La imagen del laicado: sólido, valiente, que conozcan bien su religión, que puedan argumentar ante el mundo, que conozcan su historia para poder defenderla...
Creo que estas líneas de fuerza hay que repetirlas muchas veces hasta hacerlas nuestras, con convencimiento interno... y aplicarlas. Es necesario un salto cualitativo a lo que, en general, se viene haciendo y al tipo de "pastoral" que desprecia lo intelectual como elitista, la solidez como una carga, la elevación como una dificultad para todos... para crear un catolicismo vulgarizado e inconsistente.

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo D. Javier. En las universidades hemos disgregado y dispersado el conocimiento para profundizar, cada vez más, en aspectos diminutos y descontextualizados.

    El exceso de análisis impide que la síntesis reconstruya y dé sentido a lo que enseñamos-estudiamos.

    En las universidades Católica, este esfuerzo de dar sentido de unidad, a lo que se enseña-aprende, debería ser el hilo conductor. En el sentido es donde aparece Dios...

    Dicho esto, admito que es una tarea complicada. Requiere una planificación que muchas veces se nos escapa de las manos... pero hay que hacer el esfuerzo.

    Dios le bendiga :)

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  2. Miserere:

    La fragmentación en los saberes es un producto de la Modernidad. Hemos pasado del saber universal -la Universitas- con una visión global de todo, e insertando armónicamente los distintos saberes pese a la existencia de diversas Facultades o ramas del saber, a una parcialización que crea especialistas (¡en todo caso!) de cosas muy concretas dentro de una materia, ignorando las demás de su misma rama y mucho más de una concepción más amplia del saber.

    En teología ocurre lo mismo: se le saca a alguien de un tema muy concreto de su tesina o de sus tesis, y es incapaz de tener una visión de conjunto del saber teológico (en dogma, en Biblia, en liturgia, en espiritualidad).

    Esta fragmentación del saber es en última instancia la renuncia a contemplar la Verdad, que siempre es un todo, y además es fruto de una concepción pragmática y utilitarista de las cosas, aplicada incluso a las llamadas Humanidades.

    Junto a esa fragmentación académica que crea "técnicos" en algo, es evidente que Dios, el Logos, ha sido invitado a abandonar la Universidad. Ya no hay razón última de las cosas, sino cosas en sí mismas consideradas.

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