domingo, 29 de agosto de 2010

Jesucristo llena el corazón


En ti solo, Jesús, mi afición pongo,
corro a tus brazos, a esconderme en ellos.

Como un niño pequeño quiero amarte, como un bravo soldado luchar quiero. Como un niño, te colmo de caricias,
y de mi apostolado en la palestra como un guerrero a combatir me lanzo...

Tu corazón divino,

que guarda y que devuelve la inocencia,

no es capaz de frustrar mis esperanzas.

En ti, Señor, reposan mis deseos:
después de este destierro,
¡al cielo a verte iré!
Cuando la tempestad se alza en mi alma,
levanto a ti mis ojos,
y en tu tierna mirada compasiva

yo leo tu respuesta: “¡Hija mía, por ti creé los cielos!”

Yo sé que mis suspiros y mis lágrimas

ante ti están y te encantan, mi Señor.

Los serafines forman en el cielo
tu corte,
y sin embargo
tú vienes a buscar mi pobre amor...

Quieres mi corazón, aquí lo tienes,

te entrego enteros todos mis deseos.

Y por ti, ¡oh mi Rey y Esposo mío!,
a los que amo seguiré yo amando.

(Sta. Teresa de Lisieux, Poesía n. 39, “Sólo Jesús”).

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