miércoles, 19 de mayo de 2010

Congreso Eucarístico Nacional en Toledo (Mayo, 2010): Dicen nuestros Obispos - III

El mensaje de nuestros Obispos sobre el Congreso Eucarístico Nacional, que hemos ido leyendo, concluía así:

"4. En conmemoración mía

La Eucaristía responde a los deseos más profundos que el ser humano lleva inscritos en su corazón. Así lo creemos, porque “la noche en que iba a ser entregado, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Mc. 11,3 y Jn. 13, 1). Durante la cena, “tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía” (1 Cor. 11, 23-24). De manera que, desde entonces, cada vez que renovamos este gesto, por el poder del Espíritu de Cristo Resucitado, el pan y el vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre, en Él mismo, dado que hemos aprendido en la tradición de la Iglesia que en este sacramento están contenidos verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. (Cfr. CEC, 1374).


A los que creen se les invita: “Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Salmo 33,9). Lo gustamos comulgando, lo vemos contemplando y la contemplación nos lleva a la adoración eucarística. La fe y la confianza en aquel gesto del Señor en la Última Cena nos invita a reconocer en el Pan Eucarístico el “Cuerpo sacrosanto” de Cristo y a adorarlo incluso públicamente por las calles del mundo. Así ha dado el Señor cumplimiento y nuevo sentido a los sacrificios del Antiguo Testamento, que sin el ofrecimiento oblativo de Cristo quedan sin valor. El que es Pastor, se hace Cordero para el sacrificio; el que es Sacerdote, se ofrece como víctima; el que es Creador, se convierte en alimento de sus criaturas y da inicio a un nuevo ministerio, a un nuevo sacerdocio al servicio de su Cuerpo que es la Iglesia (Col 1, 21). 

Es muy importante recordar que Jesucristo ha constituido ministros de su sacrificio a los sacerdotes para perpetuarlo, según aquellas palabras del Señor: “Haced esto en conmemoración mía”. Ellos “presiden la Iglesia de Cristo y consagran el Cuerpo y la Sangre del Señor, lo mismo que en el oficio de enseñar al pueblo y predicar” (San Isidoro de Sevilla, De ecclesiasticis officiis II, 7). Los sacerdotes, en efecto, ejercen su misión siempre haciendo las veces de Cristo (Cfr. CEC 1548), pues no son dueños de lo que administran. La Iglesia pide de ellos santidad en su vida, porque de ellos reciben los fieles los sacramentos de la vida. Durante este año sacerdotal, Benedicto XVI ha pedido a los sacerdotes que sean fieles a la vocación recibida de Dios al servicio de la Iglesia y de los pobres; y ha pedido también al pueblo creyente que ore para que los sacerdotes sean una prueba de amor del corazón de Cristo y estén, de este modo, al servicio de la vida. 

En medio del mundo que no conoce a Dios y que necesita conocerlo, los bautizados precisan de una fuerza y un consuelo venidos de Dios, para ser testigos del amor de Cristo, buscar la unidad en Él, evangelizar hasta el fin del mundo y ocuparse de los heridos de la sociedad, los que sufren, los más pobres. Esa fuerza y consuelo está en la Eucaristía a la que siempre nos convoca el Señor. Desde que Jesús se hiciera presente a los discípulos después de su resurrección (Cfr. Jn. 20, 19-26) y, resucitado, les explicase las Escrituras y partiese con ellos el pan (Cfr. Lc. 24, 27-31), los cristianos se han reunido convocados por Él en el primer día de la semana, para acercarse al altar y recibir como alimento el Pan del cielo. La importancia del día del Señor y de la celebración de la Eucaristía es de sumo valor: “cada vez que coméis de este Pan y bebéis de este Cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva” (1 Cor. 11, 26).

5. Una ocasión para experimentar la Gracia de Dios

Con la celebración del Congreso Eucarístico, los obispos españoles exhortamos a todo el pueblo de Dios a reconocer una vez más el amor de Dios entregado a la humanidad. La Eucaristía es sacramento de vida, que Cristo nos da para entablar una relación personal con cada uno y fortalecer nuestra comunión eclesial. Debido a las dificultades propias de la vida cristiana, corremos el riesgo de desanimarnos y perder de vista el precioso tesoro del amor que el Padre de los cielos nos ha entregado en Jesucristo. Quiera Él que este Congreso reavive en nosotros nuestra incorporación gozosa al Señor, ya que la Eucaristía es para el sano, protección; para el enfermo, medicina. Señalaba san Isidoro de Sevilla que se ha de temer que quien se aleja tanto tiempo del Cuerpo de Cristo viva alejado de la salvación, puesto que Él mismo nos advierte Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros (Cfr. De Ecclesiaticis officiis, I, 18).

El corazón de Cristo, que late en la Eucaristía con un amor inefable, es el que nos da vida e ilumina el universo entero. El secreto más profundo de la creación está en ese misterio de amor. Siguiendo el ejemplo de María, mujer eucarística, y de los mejores discípulos de Jesús, que son los Santos, nosotros queremos contemplarlo, una vez más, con el corazón renovado. En la Eucaristía está el verdadero júbilo. No queremos que este gozo quede sólo en nosotros. Anhelamos que todos los hombres y mujeres, en especial los más jóvenes, puedan experimentar en nuestros días una mayor efusión de la gracia de Dios.

Os invitamos a rezar ya desde ahora por el éxito y los frutos espirituales del Congreso Eucarístico Nacional en Toledo. Nos encomendamos a San Pascual Bailón, Patrono de los Congresos Eucarísticos, y a María, Madre bendita de nosotros pecadores, para que nos ayude a valorar la Carne y Sangre de Jesús que ella misma tuvo en sus entrañas".

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