jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo: el amor entregado


Estamos en comunión con toda la Iglesia la misma memorable tarde en que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía.

Estamos, con fe y con gozo, celebrando el día de la Cena del Señor, la Cena pascual, la Pascua del Señor. Esta Pascua, celebrada ardientemente por Jesús con sus discípulos, se actualiza en esta la Eucaristía, Pascua del Señor.

Estamos en el día del memorial de la Pascua del Señor. Jesús va a celebrar su Pascua, su Paso de la muerte a la vida verdadera. La Pascua judía –memorial de la liberación de Egipto- anunciaba la auténtica Pascua que iba a llevar a cabo Cristo.
Jesús anticipa en la Eucaristía la Pascua que va a comenzar con su Cruz, descenso a los infiernos y su santa resurrección.



Es la Nueva Alianza.
Es el Nuevo Testamento, donde vamos a ser marcados por la Sangre de Cristo para tener vida, como un día lo fueron nuestros padres en Egipto con la sangre del cordero pascual.
Es la plenitud de todo.
La Nueva Alianza, la verdadera Pascua, la plenitud de la Presencia, de la Gloria del Señor entre su pueblo, la auténtica tienda del encuentro y el Templo: el Cuerpo del Señor Jesús.

En este contexto pascual nos situamos.
Hemos, además, de comprender el significado de lo que ocurre. Más aún, hemos de amar y adorar lo que aquí encontramos.

“Tu gracia vale más que la vida”.
La gracia de Cristo en la Eucaristía vale más que cualquier otra cosa, por muy preciada y querida que nos sea.
“Me saciaré de enjundia y de manteca”, porque “él alimenta a su pueblo con flor de harina”.
El Señor Jesús entrega, por los siglos, su Cuerpo y su Sangre, a la Iglesia. Se entrega totalmente a su Esposa. Se vacía de sí mismo para llenar a su Iglesia.

“Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”.
“Tomad, bebed, éste es el cáliz de mi sangre...”

Aquí la Eucaristía se vuelve signo de amor, delicadeza de caridad,
pues el Señor constantemente se da, sin condiciones, con amor y amor esponsal.

“Esto es mi Cuerpo: tomad y comed”.
La Eucaristía es el banquete mejor, el banquete de bodas de Cristo y la Iglesia, anticipo de aquel bendito y feliz banquete del cielo (“Dichosos los invitados a la Cena del Señor”; “Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido”).
“Tomad y comed”. Venid, acercaos.
“Tomad y comed”. Soy Yo, no tengáis miedo.
“Tomad y comed”. Yo soy el pan de la vida, el que lo come, vivirá por mí.

La vida de la Esposa-Iglesia se alimentará, para siempre, de la Eucaristía, de la vivencia amorosa, adorante, de la celebración eucarística, cada domingo –Pascua semanal-, cada día.

La vida de la Esposa-Iglesia, de tu alma y la mía, encontrará en la presencia eucarística de Cristo en el Sagrario y expuesto en la custodia, la relación personal de diálogo, de escucha amorosa, de reposo y quietud.
“Es mi Cuerpo”. Aquí estará para siempre: en la mesa de la Eucaristía, en el Sagrario, en la custodia.

¿Queremos, como la cierva que busca corrientes de agua, saciar nuestra sed del Dios vivo (cf. Sal 41)? La Eucaristía celebrada y adorada en el Sagrario calmará nuestra sed.

¿Pides protección al Señor buscando refugio en Él, diciéndole que Él es tu único bien (cf. Sal 15)? Come el Cuerpo del Señor en la Eucaristía, escóndete a la sombra de sus alas en el Sagrario.

¿Deseas comprobar que el Señor nutre con lo sabroso de su casa, da a beber del torrente de sus delicias y en su luz hallamos la luz (cf. Sal 35)? La Eucaristía es lo sabroso de la Casa del Señor, el cáliz de la bendición es la Sangre de Cristo, que fluye como torrente delicioso de su costado herido, en la luz de la oración sosegada ante el Sagrario encontramos la luz en medio de las oscuridades del alma.

No temas. “Es mi Cuerpo”, lo ha dicho Cristo Jesús.
No temas. En verdes praderas, Cristo, con la cruz como cayado y báculo de Buen Pastor, te hará recostar (cf. Sal 22); te conducirá hacia las fuentes de agua tranquila, sosiego del Espíritu Santo. El Señor Jesucristo se te entrega de nuevo porque prepara la mesa del altar frente a tus temibles enemigos –tus miedos, el pecado, la muerte- y la copa, tu cáliz, rebosa de vida para que vayas y participes de la bebida espiritual. Así se cumple lo anunciado: "Oíd, sedientos todos, acudid, bebed sin pagar" (cf. Is 55)... porque todo lo pagó el Señor con su Sangre en la Cruz.

¡Bendita Eucaristía que nos dejó Cristo!
¡Precioso lote y heredad!
¡Pura gratuidad, verdadera gracia deleitante!
La Iglesia vive de la Eucaristía. Que tu alma, igualmente, viva del banquete eucarístico y de horas de oración ante el Sagrario.

¡Oh Sagrado banquete!
Con fe te adoramos, Dios oculto aquí,
bajo el pan y el vino
te vemos a Ti.
Te entregamos todos nuestro corazón,
pues al contemplarte se inflama de amor.

¡Dios está aquí, venid adoradores,
adoremos al Señor! Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario