sábado, 12 de diciembre de 2009

Israel, la Virgen María, el Redentor

Los actuales libros litúrgicos del rito romano, qué duda cabe, han enriquecido la Tradición de la Iglesia, recuperando eucología con el sabor clásico de los Sacramentarios romanos y componiendo nuevos formularios a partir de los antiguos, ya que la Tradición no es un fósil, sino una dinámica viva de recepción fiel y transmisión siempre enriquecida con nuevos matices y perfiles.

En esa clave la colección de Misas de la Bienaventurada Virgen María, como apéndice del Misal romano, suponen un acrecentamiento de esa Tradición, o una presentación actual de la misma Tradición, con 46 formularios de Misas en honor de la Santísima Virgen, de honda y recia teología. Acudir a ellas, y en general, acudir a la eucología litúrgica (es decir, los textos litúrgicos) nos permiten ahondar
en la fe eclesial, reconsiderarla, asumirla.

En Adviento la Santísima Virgen es la recapitulación del Israel bíblico, la verdadera Hija de Sión que recibe a su Rey y Redentor. La Constitución Lumen Gentium afirma de Ella que “descuella entre los humildes y pobres del Señor, que de él esperan confiadamente y reciben la salvación. Finalmente, con ella, la excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumplen los tiempos y se inaugura la nueva Economía, cuando el Hijo de Dios toma de ella la naturaleza humana, para librar al hombre del pecado, con los misterios de su carne” (n. 55).

La Misa nº 1 de la Colección antes citada se titula “La Virgen María, estirpe escogida de Israel”; sus textos hoy nos ayudan a vivir el Adviento y su sentido de recapitulación de las esperanzas mesiánicas en Cristo y de María Santísima que encarna al verdadero Israel.
Dos oraciones colectas a elegir se ofrecen; en la primera oramos así:

Oh Dios, que has elegido a la bienaventurada Virgen María,
excelsa entre los humildes y los pobres,

Madre del Salvador,

concédenos que, siguiendo sus ejemplos,
podamos ofrecerte una fe sincera
y poner en ti la total esperanza de nuestra salvación”;

y con un tono más marcadamente moral, digámoslo así, la segunda oración ad libitum:

Oh Dios, que has cumplido las promesas hechas a nuestros Padres,
al elegir a la bienaventurada Virgen María, excelsa Hija de Sión,
concédenos seguir los ejemplos de aquella
que te agradó en su humildad
y nos aprovechó en su obediencia”.

Cumbre de esta relación Israel-María, Hija de Sión, es, como siempre el prefacio; ya su título es significativo porque une tres momentos distintos de la Historia de la Salvación: “Santa María, Hija de Adán, descendencia de Abrahán, vara de Jesé”. En él damos gracias porque:


“has constituido a la bienaventurada Virgen María

cumbre de Israel y principio de la Iglesia,

para que todos los pueblos conozcan
que la salvación viene de Israel
y que la nueva familia brota del tronco elegido.
Ella, hija de Adán por su condición humana,
reparó con su inocencia la culpa de la madre.
Ella, descendiente de Abrahán por la fe,

concibió en su seno creyendo.
Ella es la vara de Jesé que ha florecido en Jesucristo, Señor nuestro”.

¡Hermoso misterio, bellísima eucología!

Con razón la antífona de comunión de este formulario canta: “Goza y alégrate, regocijo de los patriarcas. Gózate, tú que por el ángel recibiste el gozo del mundo. Gózate, tú que nos produjiste el pan de vida”.

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