martes, 17 de noviembre de 2009

San Acisco, Santa Victoria... y el inicio del Adviento hispano

Los santos Acisclo y Victoria cuya fiesta hoy se celebra fueron mártires cordobeses de la primera hora del cristianismo, que confesaron la fe bajo la persecución desencadenada por el emperador Diocleciano (en 304). Los testimonios sobre ellos son relativamente tardíos, así como su Passio. De Acisclo nos dirá el poeta Prudencio –de quien tantos himnos hemos leído ya en el blog-: “Córdoba [presentará ante Cristo] a Acisclo, Zoilo y tres Coronas [Fausto, Jenaro y Marcial]”. San Acisclo aparecerá en diversos martirologios de los siglos VII y VIII y entrará en el calendario y en los libros litúrgicos del rito hispano-mozárabe, llegando a tener incluso una basílica dedicada a él en Loja (Granada), Medina Sidonia (Cádiz) en el 630 y una más antigua en Córdoba, según relata san Isidoro, que fue profanada por el rey godo Agila en 545. Santa Victoria aparece por vez primera en el martirologio lionés (finales del s. VIII). Será después de la reconquista de Córdoba, en 1236, cuando queden unidos ambos santos en la fiesta litúrgica, celebrada cada vez con creciente solemnidad.

La Misa propia de estos santos en el rito hispano-mozárabe marcaba el inicio del Adviento al domingo anterior al 17 de noviembre ya que el Adviento mozárabe como el ambrosiano consta de 6 semanas.

La oratio admonitionis de esta Misa enlaza el martirio de estos santos con la espera del Señor en su venida. Como toda oratio admonitionis de este rito, es una catequesis o introducción espiritual para que los fieles poco a poco recibieran una instrucción a la oración, a la pureza de corazón, a la conversión de las costumbres y la disposición interior conveniente para ofrecer el Sacrificio eucarístico.

“Celebrando, hermanos queridos,
la gran solemnidad de los beatísimos Acisclo y Victoria,
tributemos a la divina omnipotencia las mayores alabanzas y gracias
por el triunfo de sus mártires, y al mismo tiempo y con igual afecto,
oremos con la mayor humildad,

para que podamos consumar felizmente nuestra propia lucha.

Supliquemos también con insistencia a su generosa bondad,
para que lo mismo que a nuestros mártires les concedió

no sólo el mérito y la dignidad de su martirio,

sino también el amor ardiente para arrostrarlo, también a nosotros,
como nos ha dignificado con la gracia de su adopción,
nos revista de santidad,
para que alcancemos su mismo dignidad, y, acabada la lucha de este mundo,
nos conceda por el beneficio de su indulgencia,
alcanzar el brillo del amor inextinguible.


Y como según el don concedido,

ellos rechazaron los premios de esta vida,
para dedicarse a la gloria perenne de la futura,

así por su gracia,
para que nosotros despreciemos con firme decisión
los atractivos de este mundo,
y esperemos con felicidad los gozos sempiternos,
nos preste fortaleza la intercesión ante Dios de estos mártires,
desde cuya festividad empezamos a celebrar

el glorioso adviento del Dios humanado
.

R/
Amén.


Porque es infinita la misericordia del mismo Dios nuestro,
que vive y todo lo gobierna, por los siglos de los siglos.
R/
Amén”.

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