viernes, 23 de octubre de 2009

¿Jesús de Nazaret o Jesucristo?

No es indiferente el lenguaje, porque detrás quiere expresar un contenido. La teología secularizada de nuestros tiempos lleva mucho tiempo queriendo hablar sólo de "Jesús de Nazaret" y pretende así presentar a Cristo simplemente como hombre, pensando que su divinidad y preexistencia es un lenguaje filosófico pero no una realidad; pretende reducir a Cristo a un personaje histórico más valorándolo como un profeta -¡no como el Hijo de Dios encarnado!- con visos de revolucionario y agitador social que, volcando en los pobres y marginados, pretende la transformación del orden social e incluso la lucha de clases. Es el hombre modelo por su compromiso por la justicia. Éste es el lenguaje secularizado de una teología que se vuelve ideología o discurso político. ¿Acaso éste es el lenguaje de la fe?

Se omite su muerte en cruz, descenso a los infiernos y santa resurrección como obra de la salvación, y se la interpreta horizontalistamente: la cruz es la solidaridad con los pobres del mundo; la resurrección ya no es de su carne, sino el impulso (subjetivo) en los apóstoles que comprendieron en ese momento que ellos también debían luchar por cambiar las estructuras opresoras. ¿Acaso ésta es la fe de la Iglesia en el Misterio pascual del Redentor?

¡Cuánto bien nos hace vincularnos a nuestra Tradición y profesar la recta fe con todas las generaciones que nos precedieron! Un texto de la liturgia hispano-mozárabe canta la grandeza de Jesucristo que es Dios y hombre -las dos naturalezas de Cristo- y su acción redentora:

"Es justo, Dios todopoderoso,
es nuestro deber darte gracias
por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor,
que se hizo hombre
para anular el pecado del hombre,
permaneciendo inmutable en la divinidad del Padre.

Él, el último Adán, con su Espíritu llenó de vida
a los que el primer Adán había abandonado a la muerte
por la condena del pecado.

Por su obediencia
reconcilió con el Padre y Dios eterno
a los que la transgresión del padre terreno
había arrebatado a un destino de bienaventuranza.

Con el remedio singular de su Encarnación
y con la sangre derramada de su Pasión y Muerte,
restauró en nosotros la condición en que fuimos creados,
de la que nos habían expulsado la debilidad y la corrupción.

Hizo todo esto
humillándose en su humanidad
sin perder ni un solo momento
la potencia que le pertenece a Él como al Padre.

Se hizo hombre, por lo tanto, para salvar a los hombres
sin apartarse jamás de la naturaleza del Padre.
Permanecía en la naturaleza divina
mientras, por su gracia, reconciliaba a los hombres.
Se hizo como nosotros,
sin dejar de ser igual al Padre en gloria y en poder.

Y de ese modo socorrió a los hombres
asumiendo la humanidad
sin renunciar a la divinidad que naturalmente posee" (Illatio Dom. VI de quotidiano).

¡Atención, entonces, con usar "Jesús de Nazaret", porque es lenguaje equívoco!

Acostumbrémonos a asumir y asimilar los textos litúrgicos porque éstos sí expresan la fe ortodoxa.

1 comentario:

  1. Rvdo.,

    En primer lugar saludarle y felicitarle por el excelento blog que escribe.

    Vaya por delante que estoy de acuerdo con todo lo que expresa en este artículo excepto en el hecho de identificar el uso de "Jesús de Nazaret" con una teología errónea.

    Valga como contraejemplo el Santo Padre Benedicto XVI, quien escribió el libro llamado precisamente "Jesús de Nazaret". No creo que se pueda encontrar en dicha obra los errores achacados a quienes utilizan esta denominación.

    Expresiones como "nuestro Señor" o "Jesucristo" afirman sin duda, la naturaleza divina de la persona de Cristo, pero no por ello dejamos de ver al hombre, a "Jesús de Nazaret" en quien se encarnó nuestro Salvador.

    Si nuestros papas no temen utilizar este término, como en múltiples ocasiones nos han demostrado, usémoslo sin miedo, pero con plena conciencia de quien es la persona de Jesús de Nazaret, nuestro Señor JesuCristo.

    Que Dios le bendiga,

    Luis - Madrid

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