lunes, 5 de octubre de 2009

Bendición del grupo de catequesis

Inicio de curso pastoral: se ha preparado la programación de la catequesis para niños, jóvenes y adultos; está ajustado el calendario para todo el año, distribuidos los grupos, las horas, los salones y los catequistas correspondientes. Se están teniendo las reuniones iniciales con el equipo de catequistas, con los padres, con los grupos de catequesis para explicar el itinerario de este año... Pero todo habrá que ponerlo en las manos de Dios que es quien da el crecimiento a lo que se vaya a sembrar, que es quien abre el corazón para recibir la Palabra de Dios, que es quien construye la casa para que no trabajen en vano los constructores.

Tal vez la inauguración del curso con los diferentes grupos de catequesis podría consistir en celebrar la bendición para un grupo de catequesis que presenta el Bendicional. La Iglesia implora la gracia divina para que dé fecundidad a la transmisión de la fe. Sería el primer acto del curso catequético.

Vayamos al Bendicional, que ofrece una gran variedad de celebraciones adaptadas a las distintas situaciones de la vida eclesial, y que sin embargo apenas se conoce.

La vida litúrgica y la oración deben estar presentes en el grupo de catequesis –o en el acto inicial del curso- para introducir en el contacto personal con el Señor e iniciar en la vida de oración personal y litúrgica.

Cuando los cristianos o los catecúmenos se reúnen en el Nombre de Cristo, en ese grupo, según la promesa del Señor, está presente el mismo Jesús resucitado. Del mismo Jesús brota que los participantes en el grupo se sientan movidos a bendecir a Cristo y a invocarlo para obtener el auxilio de Dios Padre y alcanzar así la finalidad para la que se reunió el grupo. Esto acontece sobre todo entre los grupos que se reúnen para hacer la catequesis y la oración; pero también en otro tipo de asambleas es conveniente que se dé comienzo con la oración litúrgica y se reserve por lo menos algún espacio de tiempo para la plegaria. Por tal motivo, la Ordenación general de la Liturgia de las Horas encarece a los laicos, dondequiera que se reúnan en asambleas de cualquier signo (de oración, de apostolado, o por cualquier otro fin), que reciten el Oficio divino, celebrando alguna parte de la Liturgia de las Horas...
Si esto no fuese posible, es aconsejable, atendidas las circunstancias, iniciar la reunión invocando al Espíritu Santo e implorando la bendición del Señor con el himno Ven, Espíritu Santo, o la antífona Ven, Espíritu divino, u otro canto apropiado. A continuación, tras una breve lectura bíblica debidamente seleccionada, se concluirá la plegaria con una de las oraciones colectas del Misal romano, tomadas principalmente de las Misas del Espíritu Santo, o de una de las Misas de la semana VII del tiempo pascual, o de la Misa En una reunión espiritual o pastoral” (Bend., n. 382).

El rito de la bendición puede iniciarse con estas preces:

“Las palabras que nos ha dicho el Señor son espíritu y vida; pidamos que estas palabras de vida eterna encuentren en nosotros unos oyentes que no se limitan a escucharlas, sino que las ponen en práctica. Digámosle:
R/. Habla, Señor; tú tienes palabras de vida eterna.

-Cristo, Hijo de Dios, que viniste al mundo para proclamar el amor del Padre a los hombres, auméntanos la fe, para que recibamos tus palabras como un signo de su bondad paternal.

-Cristo, en quien el Padre halló sus complacencias, y nos mandó escucharte con fe, enséñanos a profundizar en tu palabra y a saborear íntimamente su dulzura.

-Cristo, que proclamaste dichoso al que escucha la palabra de Dios y la cumple, haz que nosotros, como María, guardemos tus palabras y las meditemos asiduamente en nuestro corazón.

-Cristo,q ue con tu palabra iluminas nuestra mente y das inteligencia a los ignorantes, haz que, escuchándote con un corazón sincero, lleguemos a conocer los misterios del reino de los cielos.

-Cristo, que continuamente dejas oír tu palabra en la Iglesia, para que a todos los hombres, al oírla, los ilumine una sola fe y los una la misma caridad, haz que amemos y cumplamos cada vez más tu palabra, para que todos los cristianos, gracias a ella, tengamos un mismo pensar y un mismo sentir.

-Cristo, que con tu palabra eres lámpara para nuestras pasos y luz en nuestro sendero, haz que, oyéndote, corramos con el corazón ensanchado por el camino de tus mandatos.

-Cristo, que pronunciaste tu palabra para que siga su avance glorioso para salvación de los hombres, llénanos de esta palabra hasta tal punto que nos presentemos ante el mundo como mensajeros y testigos del Evangelio” (Bend., n. 387).

Luego, “el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:

Te damos gracias, Señor, y te bendecimos,
porque en distintas ocasiones y de muchas maneras
hablaste antiguamente a nuestros padres por los profetas,
pero ahora, en esta etapa final, nos has hablado por tu Hijo,
para mostrar a todos en él
la inmensa riqueza de tu gracia;
imploramos tu benignidad,
para que quienes nos hemos reunido
para estudiar las Escrituras,
consigamos un conocimiento perfecto de tu voluntad
y, agradándote en todo,
fructifiquemos en toda clase de obras buenas.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén” (Bend., n. 389).

Es revelador ver en estos textos litúrgicos qué se espera de la misma catequesis y cuál ha de ser la disposición de quienes participen en la catequesis.
Empleemos este rito al iniciar el curso de catequesis en las parroquias.

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